viernes, 7 de noviembre de 2008

El leñador de piedras.

Pablo era un muchacho muy inquieto, le gustaba mucho perderse por los bosques de alcornoques, pinos, robles y madroños entre otros muchos árboles que rodeaban aquel lugar tan privilegiado donde vivía.

Había un lugar especial al que el llamaba "el sembrado de piedras", donde habitualmente solía ir. Allí leía, escuchaba música o sencillamente contemplaba el paisaje y dejaba que el tiempo transcurriese sin que para el hubiera noción de que las manillas se hubiesen desplazado.

A veces le sorprendía el cambio de luz, había llegado con un sol esplendido y cuando se daba cuenta estaba anocheciendo.

Esta mañana le sucedió algo, cuando estaba llegando observó muy cerca de donde el se sentaba que un leñador estaba cortando una piedra.

Se quedó observando, primero confundido sin comprender nada y luego absorto sin saber muy bien porqué.

La piedra era inmensa y con el paso de las horas se podía apreciar el tajo que la dividía. Por su mente solo había preguntas sin respuesta. ¿Como es posible cortar una piedra con un hacha?, ¿Que sentido tenía que ese hombre perdiese el tiempo de esa manera?, ¿Que propósito tenía aquello?, ¿Porqué no dedicaba esas energías a algo positivo, algo con lo que ayudar a los demás? etc...

No entendía nada, pero no se atrevía a interrumpir, había algo que le hacía permanecer en silencio.

Cuando el leñador terminó de cortar la piedra, le miró directamente y le dijo: Todas las respuestas las tienes aquí (y le señalo al hacha), esa de ahí es tu piedra, dijo señalando a otra todavía mucho mayor, cuando la cortes tendrás todas las respuestas a tus preguntas.

Se quedó perplejo, ¿Como sabía el que estaba allí y como sabía que había estado haciéndose preguntas?, ¿Quien era ese personaje?.

Estaba tan sorprendido, que no acertó a hacerle ninguna pregunta, ni siquiera a saludarle. De repente el leñador hecho a correr, saltó sobre una piedra y desapareció.

Parecía que hubiera entrado dentro de ella. Ahora ya no había palabras que describieran como se encontraba, no sabía si lo que había visto era su imaginación o era real.

Busco alrededor donde el leñador desapareció y no vio rastro. ¿Como era posible haber desaparecido así?.

Empezó a pensar que todo había sido un sueño y fue a sentarse donde normalmente lo hacía, cuando vio el hacha.

Recordó que todas sus preguntas serían contestadas cuando cortara la piedra. Se subió a la enorme piedra y quiso hacer un intento, pero tuvo miedo. ¿rompería el hacha y se lastimaría, saltarían trozos, ni siquiera se atrevía a probarlo.

Dejó pasar todas las preguntas, luego los miedos y empezó a soñar con su pueblo natal, recordaba que cuando era pequeño quería ser alcalde y hacer todo lo que se pudiera para tener un pueblo bien bonito y que las relaciones entre todos los vecinos fueran cordiales y de corazón.

Sin ser consciente empezó a golpear la piedra, era la misma sensación que cortar un árbol, por eso siguió soñando con su pueblo y los pensamientos que pasaban a través de el le hacían tan feliz, que siguió dándole tajos a la piedra, cada tajo se liberaba una carga, se transmutaba en alegría, se llenaba un rincón oscuro de luz, de risas, de felicidad.

No había conocido nunca dicha tan plena. Cada vez se encontraba más ligero, con más energía.

Cuando se quiso dar cuenta la enorme piedra estaba dividida en dos, no sabía muy bien quien era, se sentía el hacha, la piedra, el bosque, los pájaros el aire, era pura felicidad.

Saltó de la piedra, hecho a correr y se fue por el mismo camino que el leñador.

En su pueblo, lo echaron en falta el día de su cumpleaños, en pleno invierno, ese mismo día tan extraño en que nevó y todos los rosales florecieron, aquél día en que sin saber porqué todo el pueblo celebró el día de los inocentes.

Quien le conoció dice que sigue en el bosque, que si encuentras su lugar lo encuentras a el, que si piensas en el, su solo recuerdo te alegra el Alma, que el solo cambió de lugar y ahora está en ti.